Un rosal da un pequeño pimpollo, un joven retoño de rosa que crece poco a poco, sus pétalos se abren despacio, lentamente, como disfrutando cada momento de su corta y efímera existencia. Según pasan los días llega a su esplendor, su punto justo entre aroma, belleza y armonía, luego comienza a envejecer, a perder sus pétalos, su aroma, su belleza y su armonía hasta marchitarse completamente; y es en ese preciso momento de su ocaso, que la rosa entrega su vientre lleno de pequeñas semillas. Entre el pequeño pimpollo y su vientre de semillas pasó el tiempo, pero ¿realmente pasó el tiempo, o fue una ilusión del paso del espacio? La rosa no percibió el paso del tiempo, solo existió y murió en silencio, abrazada al mismo rosal que la vio nacer…